Si no hice un top en
Febrero y en Marzo, fue por la escasa calidad del mes en cuanto a los
visionados de películas que hice, nada que ver con este Abril, probablemente,
uno de los mejores meses de mi vida, cinéfilamente hablando.
Tirando de la lista
pendiente (a.k.a. la lista de la vergüenza) he abordado muchos grandes
clásicos, como siempre muy variados, pues intento no centrarme en épocas o
géneros para así hacer más llevadera mi todavía etapa de aprendizaje (aunque
esta durará eternamente, espero).
Me gustaría destacar de
este mes, más allá del top que comentaré abajo, la oportunidad que tuve de ver
Juegos, ídolos y LSD, de Peter Mettler,
y de poder disfrutar de una charla post-visionado en la filmoteca junto a él,
en persona, que andaba de paso por Europa. El documental muestra, durante 180
minutos, el ideario de Mettler respecto a la condición humana y su búsqueda del
placer alrededor de multitud de otros aspectos, en diferentes localizaciones como USA, la
India, Suiza o Canadá, tocando temas relacionados con la religión, las drogas,
la naturaleza o el arte. A destacar también su poderío visual y sonoro.
1 – Nostalgia (Andrei
Tarkovsky) 1983
Un estado mental. El trasvase del estado anímico y personal
del autor hacia la obra, eso es Nostalgia. Tras su marcha de la Unión
Soviética, en la cual había estado prácticamente toda su vida, Tarkovsky decide
trasladar ese sentimiento tan profundo como es echar de menos tu tierra y tus
costumbres en una cinta como esta, todo poesía en su forma y en su contenido.
Todo el simbolismo no es más que piezas del puzzle que termina por construirse
al final, mientras que el espectador une poco a poco cada parte de la historia
del poeta perdido fuera de casa, acogido por la Italia más nublada y poco
vistosa que Tarko pudo filmar, adrede, desde luego, haciéndonos disfrutar de
esta maravillosa obra.
2 - ¿Teléfono rojo?
Volamos hacia Moscú (Stanley Kubrick) 1964
Otra obra magistral de la obligatoria filmografía del
cineasta inglés. Aprovechando la tensión que despertaba la Guerra Fría entre
ambos bandos, Kubrick se sacó de la manga esta sátira antibelicista, dándole,
además, uno de los papeles de su vida a Peter Sellers (bueno, papel no,
papeles). Rodada de manera sobresaliente
y con el característico uso de Kubrick de las maquetas y la perspectiva,
consiguió otro prodigio técnico para la época, cosa que repetiría con 2001 unos
años después. No sólo existe la comedia negra en la cinta, sino también cierto
toque dramático y de tensión que no se resolverá hasta el final.
3 – La soga (Alfred
Hitchcock) 1948
Tenía ya muchas ganas de hincarle el diente a otra película
del maestro del suspense, y no se quedaron atrás mis expectativas. Partiendo de
un único escenario y de un falso plano secuencia, Hitchcock crea la atmósfera
perfecta que, junto a las magistrales actuaciones del elenco y una puesta en
escena sencilla pero potente, nos introduce en las retorcidas mentes de unos personajes
muy conseguidos, destacando así la cruda naturaleza humana.
4 – El séptimo sello
(Ingmar Bergman) 1957
En la Suecia enferma de peste de después de las cruzadas, un
guerrero y su escudero recorren, junto con otros tantos personajes, un país
junto con los miedos de su sociedad: La muerte, la desesperanza, la religión,
la existencia de un más allá y la redención. El ajedrez nunca tuvo tanto poder
en una película, pues nunca fue jugado por nadie que tuviera el valor
suficiente de retar a la muerte para así conseguir tiempo y resolver sus
mayores dudas. Un final delicioso.
5 – El ángel exterminador
(Luis Buñuel) 1962
Como es costumbre durante toda la vida de Buñuel, la crítica
a la estupidez burguesa de la época sigue latente en El ángel exterminador.
Desconcertante película, hasta el punto de irritar al espectador con su
atrayente trama que roza lo sobrenatural. No hay mejor manera de aunar crítica
y surrealismo que convirtiendo a la clase alta en esclavos de su propio ego y
pseudointelectualismo, encerrándolos en su propia jaula.
6 – La noche del cazador
(Charles Laughton) 1955
Espléndido cuento de hadas en la América sureña de principios
de siglos, con un Mitchum aterrador y una puesta en escena magnífica. La
persecución de un par de niños a manos de un predicador con ganas de marcha no
podría ser tan apasionante de no ser por la dirección de Laughton, caso curioso
el suyo, pues la acogida en taquilla de la película fue tan mala que jamás volvió
a rodar, consiguiendo con los años mayor reconocimiento por parte de la
crítica. Música y fotografía muy notables.
7 – Scarface (Howard
Hawks) 1932
Comienzos del sonoro en el cine mundial, muy poca
experimentación por parte de las majors, pero ningún problema para que Hawks
haga la primera gran película sobre crimen y mafias que hubo hasta el momento.
Mucha potencia verbal en su protagonista, mucho valor en las escenas de acción
para la época y más que recurrente uso del sonido con los rudimentarios
aparatos de los que disponía. Una lluvia de balas y de chulería constante a lo
largo del film.
8 – Cantando bajo la lluvia
(Stanley Donen y Gene Kelly) 1952
El mejor musical de la historia, la gran apuesta por el
technicolor, los números inolvidables de canto y baile, la puesta en escena
grandiosa…Fórmula matemática perfecta para el resultado perfecto. Inmejorable,
está medida de cabo a rabo, quién pudiese bailar como Gene Kelly.
9 – Freaks, la parada de
los monstruos (Tod Browning) 1932
El cine se introduce en un circo ambulante (que, en la época,
aún seguía siendo uno de los métodos para poder disfrutarlo) y enseña la cara
cruda y más oculta del estrellato. Sórdida en su aspecto formal y en su elenco
actoral, pero de un resultado demoledor, entre la sátira y el terror, imprescindibles
para mantenernos una hora entera alerta.
10 – Kagemusha, la sombra
del guerrero (Akira Kurosawa) 1980
Kurosawa no quería irse sin antes rodar esta preciosa
historia sobre la dependencia marcial del siglo XVI japonés, pues no se era
nada en la época sin un gran señor de la guerra que controlara el castillo y
los ejércitos. Gracias a Coppola y a George Lucas sacó adelante la cinta, mezcla
de sus famosas películas de samuráis y de sus mundos oníricos pintados al más
puro estilo impresionista de Van Gohg. Bellísima e increíble puesta en escena
que consiguió la palma de oro de Cannes.