Leer con la música (la película es muy mejorable pero su música es genial)
Dentro, en esta atmósfera musical, existe
un eco. Es un sonido que me mece, me hace avanzar a pesar de no ver nada por
culpa de la luz, blanca y brillante como ella sola.
Escucho mis pisadas y las siento tan cerca
que en un primer momento me asusto. Tiemblo de la emoción, jamás había notado
algo así. Me sentía bien, genial.
Desnudo, seguía poco a poco, como separado
del suelo a veces. Mi mente palpitaba como un corazón calmado, como un bosque y
su quietud y como todos sus organismos, en armonía: unidos, a la vez.
No quería perder el tiempo en razonar
nada, sólo quería que aquello no acabase nunca, igual que un amor de verano.
Comencé a flotar sobre ese hilo que me
mecía, invisible, sólo captado por mis oídos, por mis manos y por mi mente.
Empecé a comprender cosas: Estaba naciendo,
a la vez que nacía algo dentro de mí, una metáfora en relación a que algo nacía
también en mi exterior.
Vislumbré reflejos, mi forma repetida miles
de veces. Miraba dentro de mí, solapaba esos reflejos, volaba, sentía, lloraba.
De la introspección, de la imaginación, de
los sueños despierto y de las atmósferas mentales nacía, de nuevo, yo. Mi mundo
cambió a partir de un pensamiento. Lo de fuera cambió desde dentro. Todo en la
mente. Volver a nacer.
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