Recientemente,
un famoso mc español venido a menos, ha hecho unas declaraciones en la radio
que decían algo así como que vivimos en la dictadura de la imagen, culpando de
ello al cambio generacional, relacionado, eso sí, en todo momento con el mundo
de la música: ‘si no pones tu cara no te escuchan’. No le falta razón.
Introduzco
así este escrito pues, aunque pienso que en este contexto el amigo raper se le
ve despechado, se extrapola a otros campos en los que no se puede negar el
poder que tiene ahora la imagen. Y no la imagen como tal, sino la imagen de uno
mismo en internet.
Y
también, hace poco, me decía un amigo que ‘si no compartes tus conocimientos es
como si no los tuvieras’. Pero, pienso yo, que puedo compartirlos de tú a tú
¿no?
Aquí
quería llegar ahora. Resulta que si no quiero compartir mi vida en internet,
por la razón que sea (encima tiene que ser compartida como los cánones que manda
la moda) debo ser un viejo verde o, peor aún, inexistente para el resto. O sea,
que ya puedo saber muchísimo de un tema, ser un experto en mi campo, que si no
tengo un Linkedin que lo afirme eso no es cierto. Ya puedo haberme hecho una
ruta en moto por Asia que si Facebook no ve una foto subida, eso no es cierto
tampoco. Ahora comprendo la sorpresa de muchas personas cercanas a mí al ver
que en persona soy misterio, lógico si me gusta escoger lo que publico en las
redes, siendo en gran parte y en mi caso particular troleos, chorradas,
estupideces y, en raras ocasiones, momentos de lucidez.
Es
cierto que, el hecho de ver toda la vida del resto en fotos en las redes, me
hace sentir bien, pues sé que esas sonrisas y esos viajes y lujos son de cara a
la galería, que han caído en la dictadura de la imagen y que necesitan de la
aprobación de los demás para sentirse bien.
Yo
también comparto cosas, obviamente, pero no rozo el spam día tras día.
Además,
en mi campo laboral se ha llegado a un extremo desbocado. Tienes que corroborar
cada curro con fotos y nuevos amigos en Facebook, no vaya a ser que sea todo
mentira, o que sea mucho más válido ese que sube cincuenta fotos de un rodaje y
no yo que no subo ninguna.
Resumiendo,
parece que se nos obliga de nuevo a caer en la corriente general y en las
modas, y los que no nos dejamos llevar pasamos a ser inexistentes para el resto,
menos formados, menos a la moda, menos “enrollados”, etc. Negarse a caer es
perder oportunidades laborales, sociales y un buen etcétera. Es tremendamente
injusto. Yo me niego, de momento, a entrar en este juego, y usaré internet y
las redes sociales a mí manera. No necesito likes ni que todo el mundo sepa
todo el rato a lo que me dedico. De hecho se puede decir que la red que más uso
es twitter porque me permite poner todo lo que pienso a modo de blog, entre
chorradas y demás quejas, pero en ningún momento con un uso laboral o de
reconocimiento social.
Todo
esto lo pongo a modo de desahogo, como casi todo lo que publico, pues me dan
mucha rabia ciertas cosas y actitudes que veo. No me gusta usar la palabra
postureo, pero es muy real en referencia a estos acontecimientos.
Internet
ha revolucionado la sociedad, no hay duda, pero también la está idiotizando,
pues sin un uso responsable termina por freír nuestro cerebro,
despersonalizándolo por completo y creando otra copia más. Es la oportunidad
perfecta para diferenciarse y se está llegando justo a lo contrario.
Para
terminar del todo, tengo la teoría conspiranoica de que, dentro de unos años,
importará más nuestra vida en la red que nuestra vida real, formándose una
especie de mundo a lo Matrix.
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