3:35. Mañana al final no
ruedo. Mi ser, una condena. No hubiese rodado igualmente, ni al otro, ni al
siguiente.
Y todo lo que me queda.
Qué curiosa es la
casualidad y qué bien viene a veces.
Reafirma mi coartada.
Y sufro dolor físico que
aguanto, y mental que adapto a mí.
Hasta la luz artificial
me ciega.
3:40, quiero estar de
vuelta en mi base secreta.
Noto el escalofrío, que
duele más que el dolor, que jode más que el olor. El parpadeo sonoro de la luz
se nota más, igual que el silencio que ahora suena, tiene color.
Hay gotas en la lejanía a
través de las paredes y confirmo mi estado, entre dormido, enfermo y cansado,
pero también tocado.
Pero no de hundido, sino
de hechizado.
A las 3:47 ya no me queda
nada. Te he recordado diciéndome que no, y yo diciéndote que sí, y volvías. Vuelve el dolor.
Tengo que cerrar los ojos
y bajar la cabeza, cae de nuevo.
Ayer estaba todo bien, lo
confirmé en mi cabeza.
Ahora muerdo fuerte y las
piernas se me duermen.
Mañana tenía que rodar,
tampoco hubiese podido, ardo por dentro y por fuera, no sé si antes lo había
sentido.
3:52 con los pies
malheridos.
Acabo de perder dos kilos
entre sonrisas y lágrimas, no tengo fuerzas ni para dormir.
Suenan las burbujas.
Vuelvo a casa.