viernes, 27 de enero de 2017

78. Inadaptado

Ayer, durante una larga y profunda charla con una de esas personas con las que parece que sí me entiendo, comprendí que debería empezar a asumir que jamás encajaré en esta sociedad.
Todas esas absurdas convenciones sociales, todas esas frases hechas que se dicen de manera vacua, el tener que contar medias verdades en vez de ser claro, el tener que aparentar estar rodeado de personas para no sentirse solo y sonreír a cámara aunque dentro de ti eso parezca una maraña de basura. Son muchas cosas las que no entiendo y tampoco comparto de este absurdo espejismo de la sociedad. Evidentemente no es agradable en ciertos momentos, pero siempre encuentras algo o a alguien que te hace ver que eso no merece la pena. Cada uno es como es, sin tener la culpa de ello, y lo mejor es aceptarlo y tirar p’alante.
Me doy cuenta, además, que la inmensa mayoría de mis textos de mierda rezuman frustración e incomprensión. Bueno, es que no es de otra forma, qué le voy a hacer. Escribo estas gilipolleces desde mi parte más profunda y sincera y, si esto es lo que siento, no voy a camuflarlo.
Todo viene a raíz de ver la diferencia entre hablar con esas dos o tres personas que te comprenden y hablar con todos los demás. Para unos eres alguien más, para los otros eres un bicho raro, inadaptado, en cierto modo surrealista…


Pero bueno, eso, que hay que seguir, luchando por alcanzar completar nuestro ser a través de nuestras acciones.

martes, 24 de enero de 2017

77. Aventuras en Dublín: mi primer viaje solo.

No pretendo fardar del viaje ni escribir un texto pretencioso, anda que no conozco gente que se ha ido al extranjero a buscarse la vida. De hecho, quiero que sea algo cercano, pues creo que es la mejor manera de soltar tanta palabra, así, a modo de anécdota.

Día 1 Jueves
Después de haber visto el anochecer desde el avión llegué a eso de las siete y algo de la tarde a Dublín. Encontré rápido el bus que me dejaba en la ciudad, así que fetén, en media hora estaba llegando a Temple Bar. Decir que todos los buses de Dublín son de dos plantas, con mucha información por todos lados y conexión wifi bastante rápida.
Al llegar a Temple Bar tiré un poco de intuición, pues ya sin el wifi del bus no podía tirar de Google Maps. Di tres vueltas y, cuando pude pillar conexión durante tres segundos, me di cuenta de que estaba prácticamente al lado del hostal. Había tenido suerte, asombrosamente.
Al entrar en la habitación me encuentro con mi primer roomate, el cual me acompañaría (desgraciadamente) durante los cuatro días que me quedaban allí. Un pavo escocés de 55 años, heavy, con barba larga y tatuajes y, lo más importante, un puto kilt, que el cabrón no se quitaba ni para dormir (literal). Le saludé y me dijo que estaba aquí por un concierto de la gira de despedida de Black Sabbath y Ozzy Osbourne. Hablamos un poco de nuestras vidas y se piró. Yo me hice un poco a la litera y acomodé mis cosas.
Salí a darme una vuelta de reconocimiento, que se alargó bastante porque no encontraba donde cenar algo en condiciones. Tras entrar a un Tesco y fundirme cuatro pavos en un puto sándwich de mierda el cual ni me terminé, volví al hostal para ver si planchaba la oreja o, al menos, descansaba un poco.
Al entrar me encuentro a dos personas más en la habitación dejando sus cosas: un americano morenito y bajito de 28 años, de ascendencia cubana y puertorriqueña, exmilitar  y actualmente viajando por Europa; y a un holandés transexual en plena etapa de hormonas para hacerse mujer, este diría que de casi 40 años, que vestía como una adolescente y con los dientes podridos. Me presento y, no sé por qué, me pongo nervioso y empiezo a preguntarles mil cosas, interrumpiendo casi su conversación. Hablamos de bastantes cosas, cuando el americano se fue a cenar y me quedé casi una hora a solas hablando con el holandés. Hablamos de su país, del mío, de su amigo catalán, de que él es “una diva”, de que yo era muy intenso, de política, de demografía…Nos cundió, la verdad, aunque era un tipo verdaderamente extraño y no parecía llevar una vida demasiado ordenada (por lo visto vivía de hostal en hostal en Irlanda desde hacía años).
Llegó el usano y ya, desde nuestras camas, hablamos para intentar dormir, cosa que se alargó de más. Gran parte del tiempo me dediqué a escucharles, pues era interesante y yo me estaba quedando frito. Decidimos que mejor dormir tras una hora de parloteo…A lo que llegó el escocés, mamadísimo, dándose de hostias con las literas y tirándose pedos. Se fue directo a la cama con todas sus cosas encima de ella y al minuto se puso a roncar. Creo que en mi vida he escuchado unos ronquidos iguales, ronquidos que me joderían noche tras noche.
En este momento comenzó la peor noche de las cuatro. El holandés se levantó entre diez y doce veces a pedirle al escocés que dejase de roncar, siendo ignorado todo el rato, así durante varias horas en plena madrugada. Terminarían los dos haciendo un festival de ronquidos muy curioso, dejándonos a mí y al usano sin dormir.

Día 2 Viernes
El holandés se había ido de la habitación cuando, después de una hostia contra la litera, me desperté a eso de las siete y media. Estaba hecho polvo, pero era el primer día y había que cumplir el itinerario. Salí a desayunar y me sorprendió la cantidad de comida que podía meterme pa’l cuerpo, lo cual apenado tuve que rechazar si quería seguir vivo esos días, no podía inflarme a mierda si no quería tener dolor de estómago. Al rato vino el usano y soltó un ‘Last night…uffff’. Le comprendí de sobra, se veía deambular como yo sin haber podido dormir.
Al terminar el desayuno cogí la mochila, la cámara y me dispuse a ver la parte este de la ciudad: Temple bar completo, zona de tiendas, la linde del río Liffey, los dos o tres parques y las dos o tres catedrales e iglesias de la zona, el Trinity College, etc.
Me cundió bastante y me dio tiempo a ver de todo. Un yonki me paró en medio de uno de los puentes que cruzan el río para decirme que por qué le hacía fotos a ‘un trozo de mierda como el Liffey’, entre otras cosas.
Tuve que salir del paso comiéndome una basura del Subway, el cual odio, pero es que Dublín está lleno de Subways y no son demasiado caros.
Tras unas siete horas pateando volví al hostal para echarme un rato a dormir. Tras casi dos horas sobando hablé con el usano (que también estaba durmiendo) sobre la noche anterior, sobre el escocés y nuestro amigo holandés y llegamos a la conclusión de que éramos los más normales y que teníamos que salir a cenar algo. Ahí empecé a conocer a Alex, que es como se llamaba nuestro americano. Fuimos a un italiano pequeño de estos que sirven pizzas caseras para cuatro mesas que tiene el local. Una pepperoni (me dejó elegir a mí) y unas Moreti italianas para adecentar. Hablamos de su ciudad, Olympia, cercana a Seattle, de su servicio en Letonia y en el norte de Italia, de baloncesto y de rap americano de los noventa. Me dijo que si podíamos hablar un poco de español, que apenas lo hablaba y le daba pena no saber casi nada a pesar de sus orígenes latinos. Joder, me llevaba de puta madre con este chaval, agradable, tranquilo y con conversación, y de pensamiento muy europeo para ser estadounidense, se notaba que había viajado mucho por el viejo continente. Me explicó el concepto de ‘bar-hop’ que viene a ser lo que aquí conocemos como ir de bar en bar. Pues eso, en cuestión de unas tres horas estuvimos en cinco pubs distintos de Temple bar, todos con música en directo y, para mi desgracia, todos con cerveza cara, y más cara aún si evitabas a toda costa las Stout como la Guinness.
De todos me gustó mucho uno donde el mismo público del local no era extranjero, sino puramente irish. El ambiente que se respiraba ya era distinto a los demás, y fue en el que nos quedamos más rato. Tras pasar por el Temple a las tres de la mañana y empezar a ver guardas de seguridad llevarse a borrachos del cuello, decidimos que lo mejor sería sobar aprovechando el pedo para aguantar los ronquidos del escocés. Al llegar nos dimos cuenta de que hoy éramos los últimos y que, además, había una chica durmiendo en una cama y otros dos chavales en las dos restantes. Con la chica no hablé salvo hola y adiós y con los chavales intercambié dos o tres frases. Eran belgas, hermanos, que venían con una familia entera que también estaba en el hostal.
Bueno, había sido un día completito, tocaba dormir.

Día 3 Sábado
Desayuno, algo más tarde de lo que tenía pensado. Bajé solo, me tomé mi té y mis tostadas (el zumo sabía a puta mierda) y salí a coger el DART, algo así como el cercanías de Dublín. Mi idea del sábado era ir a Malahide, luego a Howth (pueblos costeros cercanos a Dublín) y luego volver al hostal. Me desperté un poco hecho mierda, tanto por la tripa como por la rodilla, la cual me estaba matando ya prontito.
Yendo a Malahide se averió el DART a tres paradas de mi destino. Hubo un momento de confusión pero el conductor nos dijo que el siguiente iba seguro a Malahide y, efectivamente, allí llegué.
Malahide es algo así como Las Rozas pero con playa: club de tenis, hostales victorianos, cochazos, praderas verdes y muchas personas paseando a perros de razas puras. Mientras cruzaba el paseo cercano a la playa empecé a sentirme fatal, tenía que ir al baño. Pasando el club de tenis vi un vestuario medio abierto y pensé que si no mejoraba, volvería y me colaría. Cuál fue mi suerte que en plena playa había unos aseos. Casi lloro de la emoción, joder, y estaban bastante limpios. Tras aquello seguí un rato más por la playa, para más adelante retomar mis pasos hacia atrás e ir a visitar el castillo.
Estaba dentro de un complejo amurallado, con enormes praderas verdes, un museo, una tienda y una cafetería. Lleno de españoles, por cierto, cosa que me llamó la atención. Había un paseo llamado ‘Paseo de los pederastas’ y no me atreví a preguntarle a nadie el porqué, pero casi prefería no saberlo. Un par de fotos al castillo, tres vueltas por las praderas y vuelta al DART.
Hice trasbordo en Howth Junction para poder llegar al Howth original, que no tenía mucho que ver con Malahide. Era un pueblo de pescadores, con un enorme muelle y un faro rojo y blanco. Aquí fue el único momento en que pasé frío de todo el viaje, sumando humedad y viento. Me di dos paseos, vi los acantilados, la isla ‘eye of Ireland’ que es un montículo que se ve desde el puerto y me volví al DART, porque la rodilla me había dicho basta y empezaba a fallarme, ya no sólo era dolor.
En el camino de vuelta, en el propio tren, un grupo de seis españolas ignoraban que las estaba entendiendo. Pinta de chonis, hablaban a voces (y mal) a pesar de aparentar treinta años y presuponérseles mayor madurez. Que si sus ex, sus embarazos, sus reglas…Me estaban calentando la cabeza. Me di cuenta de cómo la gente de alrededor las miraba pensando si se creían que estaban solas en el vagón. Se piraron al rato y el viaje fue rápido.
Estaba hambriento y vi un japonés cerca del hostal. Pedí una cosa, me sirvieron otra (vegetariana) la cual me comí igual con el hambre que tenía, acepté la disculpas de la camarera y al hostal, encontrándome de nuevo mal con la tripa y bastante agobiado por aquello.
Me encontré al usano durmiendo, así que yo hice lo mismo. Al despertar y con la rodilla igual pensé en ver si se despertaba también el americano pero, al comprobar que el cabrón estaba seco, dormí un poco más (o al menos lo intenté, porque dormía fatal todo el rato).
Desperté casi a las ocho igual de hecho polvo, así que decidí que nada de fiesta ni de andar mucho más, que McDonalds a lo barato y de vuelta a dormir, y menos mal que así lo decidí, fue lo que me salvó aprovechar el último día.

Día 4 Domingo
Me tocaba ver la parte oeste de la ciudad, entre otras cosas la Guinness Storehouse y el Phoenix Park, el equivalente a nuestro Retiro.
El usano se había ido de madrugada, así que no aparecería más.
La rodilla la tenía mejor y la tripa igual, así que me cargué de kínder bueno (me comí uno cada día aprovechándome de la máquina del hostal, a la cual le sacaba cambio de más siempre) cogí la cámara y salí.
Callejeé de nuevo, cosa que adoro, tirando de intuición a pesar de perderme bastantes veces, para llegar a la fábrica de Guinness. No entré ni tenía intención, pero la arquitectura brutalista del lugar me sorprendió y me encantó a partes iguales.
Después, en Phoenix Park, estuve mucho tiempo, otras cuatro o cinco horas más o menos, haciendo fotos a aves, ardillas y grandes praderas. Estaba tremendamente bien cuidado (a diferencia de la mierda que tiene la ciudad, un poco como Madrid) y había mucha gente haciendo deporte. No vi ningún ciervo por la época en la que estábamos, pero fue un bonito paseo.
A la vuelta pasé de nuevo por el japonés a comer, me había encantado y no era demasiado caro para lo que era la ciudad. Chicken Ramen, un poco de descanso y al hostal a sobar para compensar las noches de ronquidos.
Al despertar me quedaban unas cinco horas de no hacer nada que aún podía aprovechar. Entré a la Filmoteca Irlandesa, que era infinitamente mejor que la nuestra, con restaurante interior y todo. Investigué por un par de lugares más y me volví al hostal, pues no tenía nada más que hacer y al día siguiente volaba de vuelta.

Día 5 Lunes
Con todo hecho y preparado desayuné, recogí, me di un agua y salí para el aeropuerto. Todo sin problema salvo por mi larga espera en la terminal.
Dejé detrás la ciudad de los puentes, del olor a fritanga, de los pubs y de la música.
Recomiendo a cualquier persona que dude en viajar solo que se decida a hacerlo pues, salvo los momentos de soledad aburridos, es una experiencia muy grata. Me sorprendió además que me pudiera manejar sobrado con el inglés, estando acojonado días antes con este tema.


La hostia de realidad me la llevé al volver a casar para seguir aguantando voces y malos modales…

domingo, 8 de enero de 2017

76. Tabula rasa

He nacido mártir (y quejica) fruto de su circunstancia.
Pobre, obrero y con conciencia de ello. Poco puedo tener, pero poco importa ahora.
De ese poco, hay algo primordial que siempre ha faltado en mi vida y que, por unas cosas u otras, jamás disfrutaré, y es una figura materna o paterna a la que idolatrar y seguir, a la que tomar como ejemplo, de la que extraer las bondades y las maldades de la sociedad, etc.
Lo triste, en realidad, no es que no las tenga, es que las tengo, pero su valor es inexistente en mi vida, incluso la degradan en gran parte. El porqué de ello no importa.
Lo que acontece aquí es: ¿Entonces, en quién me he fijado y me fijo para ser como soy? Esta pregunta durante el proceso de aprendizaje, de niño o adolescente, es complicada de responder porque, inevitablemente, he absorbido parte de su ser, aunque siempre de una forma superficial. Luego, en el momento en el que tengo una inquietud cultural y social mayor, todo se queda en blanco. He sido una tabula rasa sin domesticar hasta hace relativamente poco, he llegado tarde al mundo, con un plus de desventaja sobre el resto.
Siento una envidia casi inexplicable al ver a amigos y conocidos compartir con sus padres, ya sean gustos, inquietudes, meras palabras más allá de lo banal. Yo no he tenido nada de eso, he salido a buscarlo como he podido movido por mis ganas de no quedarme así, en blanco.
Si no fuese porque me siento orgulloso (en gran parte) de como soy, viviría aún más amargado, pero entiendan que me tengo a mí y poco más, que no he creado vínculos fuertes que sigan presentes ahora mismo.

Reflexionando una vez más sobre esto termino jodiéndome el día.

martes, 3 de enero de 2017

75. Top de diciembre [cine]

Bueno, top de Diciembre, de las producidas este año y de lo mejor que he visto en general este 2016, pondré los tres tops.

El primero, el top de Diciembre, como cada mes.


Estrenos sobre todo, pero también alguna de mi ciclo de cine irlandés y del ciclo de los 40 (la única que se cuela es Balas sobre Broadway de Woody Allen). De las tres primeras no diré nada ahora, puesto que salen más adelante como lo mejor visto durante este año. En la cuarta posición tenemos White Heat, película de cine negro y gángsters de Raoul Walsh, genial si eres amante del género.

Ahora, el top de los mejores estrenos de 2016 (o películas de 2015 filtradas o estrenadas este año).


He querido poner sólo obras de ficción (después hablaré de HyperNormalisation). Un gran año de cine del que aún quedan por estrenarse muchas, sobre todo las americanas que irán de cabeza a los óscars. De las diez, he visto cinco en el cine, otras dos en plataformas online de manera legal y tres de manera ilegal, como dato interesante. Toni Erdmann será la clara ganadora al oscar de habla no inglesa, mientras que Isabelle Huppert estará en las quinielas para ganar el de mejor actriz. Kaili Blues es una joyita con un plano secuencia de 40 minutos y una puesta en escena muy llamativa a lo largo de todo el film. La BSO de La tortuga roja me hizo llorar, y su animación me dejó loco. No diré mucho más por no enrollarme aquí, pero son todas películas magníficas.

Para finalizar, aquí dejo las 25 películas del año, sea del tipo que sea cada una de ellas. Marcaré en negrita las que sean de este mismo año, estando también en el top anterior.


1. El graduado (Mike Nichols) 1967, Estados Unidos.

2. Chantaje en Broadway (Alexander MacKendrick) 1957, Estados Unidos.

3. HyperNormalisation (Adam Curtis) 2016, Reino Unido.

4. Lawrence de Arabia (David Lean) 1962, Reino Unido. 

5. Hijo de Saúl (Laszlo Nemes) 2015, Hungría.

6. Anatomía de un asesinato (Otto Preminger) 1959, Estados Unidos.

7. Eva al desnudo (Joseph L. Mankiewicz) 1950, Estados Unidos.

8. Hasta que llegó su hora (Sergio Leone) 1968, Italia.

9. Toni Erdmann (Maren Ade) 2016, Alemania.

10. Rocco y sus hermanos (Luchino Visconti) 1960, Italia.

11. Un condenado a muerte se ha escapado (Robert Bresson) 1956, Francia.

12. La caza (Carlos Saura) 1966, España.

13. El intendente Sansho (Kenji Mizoguchi) 1954, Japón.

14. Kaili Blues (Bi Gan) 2015, China.

15. Tres samuráis fuera de la ley (Hideo Gosha) 1964, Japón.

16. El ejército de las sombras (Jean-Pierre Melville) 1969, Francia.

17. Elle (Paul Verhoeven) 2016, Francia.

18. El conformista (Bernardo Bertolucci) 1970, Italia.

19. Final cut: Ladies and gentleman (György Pálfi) 2012, Hungría.

20. Gritos y susurros (Ingmar Bergman) 1972, Suecia.

21. Una jornada particular (Ettore Scola) 1977, Italia.

22. La tortuga roja (Michael Dudok de Wit) 2016, Francia.

23. El salario del miedo (H.G. Clouzot) 1953, Francia.

24. Paterson (Jim Jarmusch) 2016, Estados Unidos.

25. El discreto encanto de la burguesía (Luis Buñuel) 1972, Francia.


Ha sido un año cojonudo de cine, no encuentro otro adjetivo más indicado. Me gustaría centrarme en HyperNormalisation, un documental del gran Adam Curtis. En esta ocasión repasa la historia reciente del mapa geopolítico global para darle una explicación al actual, desmontando las guerras de Irak, del golfo, de Libia, de Siria, las Primaveras Árabes, la nefasta política de los países anglosajones y un largo etcétera, así como el estado de internet en la sociedad. Digamos que es el documental que a mí me hubiese gustado rodar, de ahí que me haya embaucado tanto.