He
nacido mártir (y quejica) fruto de su circunstancia.
Pobre,
obrero y con conciencia de ello. Poco puedo tener, pero poco importa ahora.
De ese
poco, hay algo primordial que siempre ha faltado en mi vida y que, por unas
cosas u otras, jamás disfrutaré, y es una figura materna o paterna a la que
idolatrar y seguir, a la que tomar como ejemplo, de la que extraer las bondades
y las maldades de la sociedad, etc.
Lo
triste, en realidad, no es que no las tenga, es que las tengo, pero su valor es
inexistente en mi vida, incluso la degradan en gran parte. El porqué de ello no
importa.
Lo que
acontece aquí es: ¿Entonces, en quién me he fijado y me fijo para ser como soy?
Esta pregunta durante el proceso de aprendizaje, de niño o adolescente, es
complicada de responder porque, inevitablemente, he absorbido parte de su ser, aunque
siempre de una forma superficial. Luego, en el momento en el que tengo una
inquietud cultural y social mayor, todo se queda en blanco. He sido una tabula
rasa sin domesticar hasta hace relativamente poco, he llegado tarde al mundo,
con un plus de desventaja sobre el resto.
Siento
una envidia casi inexplicable al ver a amigos y conocidos compartir con sus
padres, ya sean gustos, inquietudes, meras palabras más allá de lo banal. Yo no
he tenido nada de eso, he salido a buscarlo como he podido movido por mis ganas
de no quedarme así, en blanco.
Si no
fuese porque me siento orgulloso (en gran parte) de como soy, viviría aún más
amargado, pero entiendan que me tengo a mí y poco más, que no he creado
vínculos fuertes que sigan presentes ahora mismo.
Reflexionando
una vez más sobre esto termino jodiéndome el día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario