Ayer,
durante una larga y profunda charla con una de esas personas con las que parece
que sí me entiendo, comprendí que debería empezar a asumir que jamás encajaré
en esta sociedad.
Todas
esas absurdas convenciones sociales, todas esas frases hechas que se dicen de
manera vacua, el tener que contar medias verdades en vez de ser claro, el tener
que aparentar estar rodeado de personas para no sentirse solo y sonreír a
cámara aunque dentro de ti eso parezca una maraña de basura. Son muchas cosas
las que no entiendo y tampoco comparto de este absurdo espejismo de la
sociedad. Evidentemente no es agradable en ciertos momentos, pero siempre
encuentras algo o a alguien que te hace ver que eso no merece la pena. Cada uno
es como es, sin tener la culpa de ello, y lo mejor es aceptarlo y tirar
p’alante.
Me doy
cuenta, además, que la inmensa mayoría de mis textos de mierda rezuman
frustración e incomprensión. Bueno, es que no es de otra forma, qué le voy a
hacer. Escribo estas gilipolleces desde mi parte más profunda y sincera y, si
esto es lo que siento, no voy a camuflarlo.
Todo viene
a raíz de ver la diferencia entre hablar con esas dos o tres personas que te
comprenden y hablar con todos los demás. Para unos eres alguien más, para los
otros eres un bicho raro, inadaptado, en cierto modo surrealista…
Pero
bueno, eso, que hay que seguir, luchando por alcanzar completar nuestro ser a
través de nuestras acciones.
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