jueves, 22 de febrero de 2018

103. No paran de darnos razones para la resignación

Borges ha muerto. Con él muere una parte de la lucha, la queja y el compromiso artístico e intelectual de este país de perros. Peleaba cada día por la libertad de expresión.

Ayer mismo metían a un rapero en la cárcel por rimar (las propias víctimas de ETA han dicho que es una exageración y no ven necesaria la cárcel), quitaban una obra de arte de ARCO por polémica (el efecto llamada ha sido increíble) y secuestraban un libro, después de muchas ventas y ediciones, porque un personaje citado en el mismo se presentaba como un delincuente (casualmente está imputado por cometer varios delitos).

Mientras tanto, a los creadores de bajos fondos como yo y otros tantos más, los que tenemos esas mismas ganas y ansias de queja y de demostrar cosas, nos vemos casi obligados a pasar por el aro para poder alzar la voz. Están reduciendo el cerco del arte a las esferas con más dinero, que son seguramente las que menos pueden quejarse. Están obligando a hacer del arte un mundo de ricos y niños pijos que contenten a las clases altas. Están creando un Mad Max (no encuentro otra definición mejor) en el que la inmensa masa de los de abajo tengamos que pedir perdón, como si nosotros tuviésemos la culpa de ser pobre e ignorantes.

No termino de resignarme, pero razones no me faltan. Veo cómo los que llevan mi mismo camino siguen adelante gracias al dinero mientras que los demás tenemos que pasar miles de baches a pesar de lucharlo igual o mejor que ellos. Tardaré más, señores, pero llegaré igual. Las miradas de desdén de pijos relamidos sólo alimentan mis ganas de ser mejor. Los obstáculos de gobiernos, lobbies y de esta sociedad enferma provocan más de lo mismo.

Seguimos aquí. Lo haremos.

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